miércoles, 13 de agosto de 2014

Capítulo 1: Noah (4)

Creo que fue bastante información que asimilar para Noah. Seguimos caminando una media hora más en silencio hasta que nos encontramos una gasolinera abandonada. Decidimos entrar a los baños. Mientras Noah entró a uno de los servicios yo me quedé mirándome en los espejos. La verdad que el sombrero de paja que llevaba me favorecía bastante. Mis cejas finas hacían resaltar mis ojos oscuros. El pelo negro y fuerte que tenía sobresalía del sombrero, no me lo cortaba desde hacía ya dos meses cuando aún estaba trabajando en los laboratorios Hegeon. Tenía los labios secos y mi nariz algo congestionada por los cambios de temperatura tan bruscos que habían. Lo que si llevaba bien era la barba, las uñas y los dientes. De las pocas cosas que llevaba en la mochila unas eran para mantener algo mi higiene. Decidí esperar fuera de los baños a Noah cuando escuché unos ruídos dentro de lo que una vez fue el bar de la gasolinera. Decidí entrar sólo, sería solo un pequeño animal.

-¡Quieto! -Escuché una voz ronca que me gritaba desde el fondo del bar oculta detrás de la barra.

-Solo estoy de paso, -dije lentamente mientras levantaba las manos pensando que podía tener algún arma y que viese que venía en son de paz -mi amigo está en el baño, cuando acabe nos marcharemos enseguida.
De repente un señor mayor, canoso no solo en su cabello sino en su barba también, salió detrás de la barra. Os aseguro que estaba temblando más que yo. Por su apariencia tendría unos cincuenta y tantos años aunque no lo podría asegurar porque en esa zona todos aparentaban más años de los que tenían por las condiciones en las que vivían.

-Coged lo que querais e iros -Recalcó con su voz ronca y según noté, algo temblorosa.

-No queremos nada suyo, solo paramos para asearnos un poco. Vamos en dirección Coterot -bajé las manos, ya no corría peligro.

-Pues seguid vuestro camino y dejadnos en paz -El señor me sañalaba la puerta por donde había entrado hace pocos minutos.

-¿"Dejadnos"? -Pregunté sorprendido al pensar que en esa gasolinera podria vivir más de una persona - ¿Hay alguien más aquí con usted?

Vi como el señor hacía un gesto de rendición y se sentaba en un taburete que tenía próximo a él.

-Vivo debajo de esta gasolinera con mi mujer. Nuestra casa fue destruída por el gobierno cuando nuestro único hijo murió por la maldita TTF. El presidente está destruyendo todos los hogares donde se desenvuelve la enfermedad para que no quede rastro de ella, incluido los que conviven en esos hogares. Por eso mi mujer y yo tuvimos que escapar de Coterot; ahí como en las otras grandes ciudades, al mínimo indicio de padecer la enfermedad te condenan al exilio.

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